Lo «NO DICHO»

 “No dicho” Nosotros y los miedos. Nosotros y los abusos. Les propongo un juego: el juego de la lupa. Uno en el que imaginemos que sostenemos una lupa y observamos todas las situaciones en las que el miedo y los abusos nos acompañan. Los abusos sexuales suelen ser los más mencionados, quizá por el trauma […]

 “No dicho”

Nosotros y los miedos. Nosotros y los abusos. Les propongo un juego: el juego de la lupa. Uno en el que imaginemos que sostenemos una lupa y observamos todas las situaciones en las que el miedo y los abusos nos acompañan.

Los abusos sexuales suelen ser los más mencionados, quizá por el trauma que causan. Pero, ¿por qué no hablamos de otros abusos con los que convivimos y permitimos casi sin darnos cuenta?

Abusos de autoridad, de poder, psicológicos. Todos ellos están presentes en distintos ámbitos de nuestra vida diaria. Los hemos normalizado tanto que ya no los vemos. Han pasado a ser invisibles.

Cuando converso con chicos y adolescentes, en todas las charlas surge algo en común: cuentan que, en muchas situaciones, callan por miedo. Sí, callan por miedo, no por respeto o por parecer maleducados. Por miedo.

Esos chicos y chicas a quienes solemos juzgar como despreocupados, libres o sin compromisos, en realidad callan por miedo.
Lo hacen, por ejemplo, cuando un profesor o profesora los expone frente a sus compañeros con frases como: “Tienes que recuperar”, “Siempre lo mismo contigo”, o “Nunca entiendes nada”. Estas son situaciones cotidianas que, de tan frecuentes, se vuelven invisibles. Nos parecen normales. Pero ¿está bien que alguien sea expuesto así, en medio de una clase?

“Callar por miedo.”
¿Cuántas veces lo hacemos nosotros también?

Muchos estudiantes me dicen con sabiduría: “Si le contesto, me llevo la materia. Mejor me callo. Me conviene. Me la aguanto.”

Y entonces surge una pregunta importante: ¿no estamos habilitando el abuso?

La reflexión sigue hacia los chicos, sus padres y, en general, hacia la sociedad.
Cuando normalizamos que alguien ejerza un poder abusivo, ¿no estamos siendo cómplices?

Por supuesto, todo empieza en casa.
¿Cómo enseñamos como padres? ¿Con gritos, golpes, amenazas, castigos?
¿Habilitamos el diálogo? ¿Escuchamos realmente?
¿Somos abusivos en la manera en que ejercemos nuestra autoridad?
¿Cómo impartimos las reglas y fomentamos la convivencia?
¿Cómo expresamos el cariño?

Creo firmemente que el punto clave siempre está en el CÓMO: qué queremos decir y cómo lo hacemos.

Si respondemos al profesor o profesora del mismo modo en que ellos se dirigen a nosotros, probablemente generaremos una escalada de violencia. Pero si encontramos un espacio para expresar nuestros pensamientos y sentimientos, habilitando la escucha mutua, es posible construir una nueva relación, una que nos honre a nosotros y también al otro.

¿Es una postura idealista? No.
Y me interesa resaltarlo porque a menudo escucho frases como:
“Qué le vamos a hacer.”
“Es lo que hay.”
Esas palabras solo nos mantienen en una zona de confort.

Mi propuesta es que seamos protagonistas de nuestra vida y acompañemos a nuestros hijos y nos acompañemos, hacia una mejor calidad de vida. Reprimir nuestros pensamientos y emociones nunca es buena opción. La clave está en aprender a gestionarlos. No es fácil, pero es posible, y los resultados traen satisfacción y evolución, tanto personal como grupal.

Laura Collavini

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