Hoy, 29 de julio, se cumplen 58 años de uno de los episodios más oscuros en la historia de la educación argentina: La Noche de los Bastones Largos. En 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, la Policía Federal irrumpió violentamente en las facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La brutal represión, ejecutada con gases lacrimógenos y bastones, resultó en cientos de heridos, detenidos y el exilio de más de 300 académicos. Este ataque, destinado a suprimir la autonomía universitaria y el cogobierno, desmanteló equipos de investigación y provocó una fuga de cerebros que marcó profundamente el desarrollo científico y cultural del país.
La dictadura militar buscaba eliminar cualquier vestigio de oposición, interviniendo las universidades nacionales y expulsando a profesores y estudiantes críticos del régimen. La irrupción policial en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, donde el físico estadounidense Warren Ambrose fue testigo y víctima, simbolizó la violencia del Estado contra la libertad académica. La carta de Ambrose al New York Times, denunciando la brutalidad, resonó a nivel internacional, revelando la represión en Argentina.
La «Noche de los Bastones Largos» no solo significó un golpe a la educación superior, sino también al progreso científico nacional. Institutos de renombre como el Instituto de Cálculo y el Instituto de Radiación Cósmica fueron desmantelados. La partida de destacados investigadores y científicos, en busca de un entorno donde pudieran trabajar sin persecuciones, dejó un vacío difícil de llenar. Este éxodo intelectual debilitó el desarrollo de varias disciplinas y marcó el inicio de una era de estancamiento académico.
Este episodio no solo marcó la historia de la UBA, sino que también se convirtió en un antecedente de la represión sistemática que caracterizaría a las futuras dictaduras en Argentina. La represión de la autonomía universitaria y la persecución de académicos críticos se repetiría en otros contextos dictatoriales, consolidando un patrón de violencia estatal contra la libertad de pensamiento y la disidencia.
Warren Ambrose, profesor de matemáticas del MIT, estaba presente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales durante el desalojo. En su carta al New York Times, detalló cómo la policía irrumpió violentamente, golpeando a estudiantes y profesores sin discriminación. Ambrose fue uno de los varios académicos que sufrió heridas y humillaciones durante el operativo.
Otro testimonio notable es el de Rolando García, entonces decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, quien renunció en protesta junto con muchos de sus colegas. García describió la noche como un acto de barbarie que destruyó no solo equipos científicos, sino también el espíritu académico de una generación entera. Sus relatos pintan un cuadro vívido de la represión y la resistencia de la comunidad académica.
A pesar del tiempo transcurrido, la memoria de aquellos eventos sigue viva. En 2005, la Federación Universitaria Argentina reconoció a los profesores que, en un acto de valentía y dignidad, renunciaron a sus puestos en 1966. La película «La Noche de los Bastones Largos» de Tristán Bauer, estrenada en 2004, también contribuye a mantener presente este trágico capítulo de la historia argentina, recordándonos la importancia de defender la autonomía y la libertad académica.