Enero, calor y tiempo libre: una reflexión para padres y niños
Enero trae consigo el calor sofocante, el receso escolar, y una pregunta recurrente: ¿qué hacer con los chicos? Sin clases, con padres que no siempre disponen de tiempo libre, las opciones se multiplican y confunden: ¿colonia de vacaciones, niñera, abuelos, tíos?
Es común que los tiempos ociosos de los niños se conviertan en una fuente de complejidad familiar. La ecuación es clara: el tiempo ocupado de los padres no siempre coincide con el tiempo libre de los chicos. Pero más allá de la logística y organización familiar una de las preguntas serían: ¿Estamos preparados para utilizar nuestro tiempo libre sin necesidad de producir o estar “ocupados”?
Los padres solemos quejarnos que nuestros hijos pasan demasiado tiempo frente a las pantallas, pero ¿cuánto tiempo pasamos nosotros, como adultos, pegados a nuestros dispositivos? El celular, muchas veces, se convierte en una extensión de nuestra mano. Por trabajo, por ocio, por hábito. Pero, ¿qué nos pasa cuando no lo tenemos cerca? ¿Sabemos desconectarnos y estar presentes?
Reflexionar sin culpa
Este no es un llamado a la culpa, sino a la toma de conciencia. ¿Somos coherentes al pedirles a nuestros hijos cosas que nosotros mismos no hacemos? Por ejemplo, muchos adultos me confían que no saben jugar porque no lo hicieron de niños. ¿Puede ser un obstáculo estimular al juego?
El juego, lejos de ser una actividad trivial, es creatividad, expresión, espontaneidad. Y sin embargo, ha sido menospreciado durante generaciones. Aún hoy, seguimos cargándolo de etiquetas: un niño que juega con muñecas “es raro”, una niña que juega al fútbol “es machona”. A veces, incluso se escucha: “Ya estás grande para juar a eso…»
La mirada disponible
En este contexto, los niños no lo tienen fácil, aunque parezca que lo tienen todo. Una de las demandas más frecuentes que hacen a sus padres es tiempo, pero no cualquier tiempo: tiempo sin celular, tiempo de
“Estar disponible” es más que simplemente estar presente. Es entregar nuestra atención por completo. Es sentarnos en el piso, dejar el celular de lado, jugar con ellos, hacerles preguntas y escuchar con genuino interés.
La conexión humana, el contacto visual, la comunicación sincera: todas estas son herramientas que los niños necesitan para desarrollarse. Sin embargo, muchas veces los adultos no estamos presentes para enseñarles con el ejemplo.
Un llamado al cambio
Nos encontramos con generaciones de niños sobre adaptadoos, acostumbrados a seguir el ritmo frenético de sus padres sin espacios reales de vínculo fraterno.
¿Cuántas veces estamos presentes, pero con la cabeza en otro lado? ¿Cuántas veces nuestros hijos nos hablan y nosotros no respondemos?
Estar para nuestros hijos es la entrega de nuestro ser hacia ellos. Es ser un rato “su juguete”. Sentarnos en el piso sin celular, ver qué quiere que hagamos. Es hacerle una pregunta cualquiera esperando una respuesta y que se convierta en una charla.
Muchos chicos prefieren comunicarse por WhatsApp antes que a los ojos. Los adolescentes suelen querer entrar a una fiesta con copas encima o alguna sustancia para darse ánimo. ¿Qué pasa con la comunicación en casa?
Es tiempo de replantearnos nuestras prioridades. Los hijos no son perfectos, ni nosotros como padres. Pero ellos nos brindan una oportunidad única de crecer y evolucionar juntos.