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Criar sin miedo. Encontremos ejes para no perderse en el ruido

  Vivimos tiempos complejos. No solo por la velocidad con la que cambian las cosas, sino también por la cantidad de estímulos, incertidumbres y desafíos que nos rodean. En este contexto, muchas veces nos detenemos a pensar en cómo educamos a nuestros hijos, pero no siempre reflexionamos en profundidad sobre en qué contextos lo estamos […]

 

Vivimos tiempos complejos. No solo por la velocidad con la que cambian las cosas, sino también por la cantidad de estímulos, incertidumbres y desafíos que nos rodean. En este contexto, muchas veces nos detenemos a pensar en cómo educamos a nuestros hijos, pero no siempre reflexionamos en profundidad sobre en qué contextos lo estamos haciendo.

Criar no sucede en el vacío. Ocurre en un entorno con sus propias características culturales, sociales, ambientales y emocionales. Hoy criamos en medio de una era digital que atraviesa todo: desde el modo en que nos comunicamos hasta cómo aprendemos, jugamos o nos relacionamos. Criamos también en un mundo con desigualdades, donde el acceso a lo básico —como la salud, la educación o un ambiente sano— no está garantizado para todos.

Pero también criamos en un momento en el que se empieza a hablar más de emociones, de vínculos saludables, de derechos, de cuidado mutuo. Donde muchas familias se animan a repensar sus prácticas, a escuchar más y a criar con consciencia.

Una emoción que en general atraviesa a los padres es el miedo:

  • A hacer las cosas mal.
  • A que no nos quieran.
  • A ser anticuados.
  • A ser autoritarios.

Esta última palabra, autoridad, es quizás la más compleja. A medida que los estímulos externos avanzan y la cantidad de “cosas para hacer” nos inunda, parece que vamos perdiendo el eje de la maternidad y la paternidad. Dudamos de nosotros mismos, de nuestra relación con nuestros hijos. Frecuentemente nos dejamos llevar por otros.

Con la necesidad de no ser autoritarios, perdemos personalidad. Nos dejamos instalar en una nube de dudas donde, quienes se pierden en la neblina, son nuestros hijos.

Mirar nuestros valores tal vez sea un buen comienzo. Preguntarnos qué queremos transmitir. Cuáles son, a nuestro criterio, aquellas características que nuestro trabajo como padres debería inculcar.

Criar en este tiempo requiere presencia, reflexión y decisión. Requiere mirar alrededor y preguntarnos:

  • ¿Qué mensajes les está dando el mundo que habitan?
  • ¿Qué valores sostenemos en casa, en la escuela, en la comunidad?
  • ¿Qué futuro les estamos mostrando como posible?

Porque el contexto no solo influye: moldea. Y en esa conciencia podemos encontrar oportunidades para criar desde un lugar más amoroso, respetuoso y comprometido.

Nuestros miedos —los que nos paralizan— pueden llenarlos de dudas. En cambio, nuestro contacto real con ellos, acercando incluso nuestras propias incertidumbres y compartiendo criterios, los acompaña a sentirse flexibles, criteriosos, humanos.
Porque somos eso, ¿no?

 

Lic. Laura Collavini

Psicopedagoga

Directora fundación Siendo

@lauracollavini

 

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