La política argentina está anestesiada entre los saltos de un partido a otro, las discusiones sobre las próximas elecciones, el fallido discurso del presidente Javier Milei en Davos y la respuesta de los filo kirchneristas en forma de marcha. Todos viven en su mundo de poder y dinero, poniendo la ideología por encima de la realidad. Mientras los políticos «pavean» en sus discursos, en la Argentina real, se asesina a gente. Esta semana le tocó a un repartidor de delivery, Lucas Aguilar, de 20 años, que defendía a un vendedor. El asesino tiene un largo historial de antecedentes policiales. La provincia de Buenos Aires se ha convertido en una tierra liberada para los delincuentes. El gobierno es muy aficionado a las palabras “batalla cultural” y no se da cuenta de que la mayor batalla que debe librar es en esa provincia, donde mandan los delincuentes y sufre la gente honesta. En la Argentina se ha olvidado que es posible intervenir las provincias. La provincia de Buenos Aires debe ser intervenida, al igual que la de Formosa.
Incluso el tonto de Daniel Scioli habla de la “batalla cultural del turismo”, bastardeando el concepto y tratando de que todos olviden que fue gobernador de esa provincia durante dos periodos, y su mayor logro fue esconder muertos durante las inundaciones. La provincia es la demostración de lo que sucede cuando el peronismo gobierna por tanto tiempo. Axel Kicillof le hizo perder 50.000 millones de dólares al país durante su calamitosa gestión en Economía. Ahora está enfocado en terminar de convertir la provincia en un paraíso para los delincuentes. En Moreno, donde asesinaron al joven, gobierna una ex piquetera, Mariel Fernández. En La Matanza, un acusado de abuso sexual, Fernando Espinoza. Todo es corrupto: el gobierno provincial, la mayoría de las intendencias, la legislatura.
El gobierno se enreda en discusiones insólitas en Davos y le da aire a la oposición, que marcha para “defender derechos”. Del derecho a la vida del chico asesinado no se ocupa nadie. Por supuesto, el peronismo mandó a reprimir a los que se manifestaron por la muerte del joven.
El gobierno tiene algunas áreas donde hay gente capaz de gestionar, como en Economía, en Seguridad y en la reforma del Estado (Federico Sturzenegger). Pero en términos políticos, es una calamidad. Llenaron el Congreso de indigentes intelectuales y no parece que estén preparando nada mejor para las próximas elecciones. Encima, se les ha dado por hacer una purga permanente de quienes no siguen a rajatabla lo que dice Javier Milei, utilizando metodologías que demuestran la precariedad intelectual en su máximo esplendor.
Lo último con Ramiro Marra es una especie de estalinismo de kermesse. Lo echan de un partido que está dirigido por una sola persona: Karina Milei. No hay congreso partidario, ni tribunal de disciplina. Es todo muy bizarro. Solo falta que lo borren de las fotos en las que aparece junto a Javier Milei. No conozco ni defiendo a Ramiro Marra, y recuerdo que fue candidato de Roberto Lavagna antes de ser libertario (un político típico al que cualquier colectivo lo deja bien). Pero su reemplazante (y favorita de Karina Milei) es María Pilar Ramírez, quien trabajó años en la corrupta gestión de Mariano Recalde en Aerolíneas Argentinas.
Es una verdadera pena que un gobierno que tiene buenas ideas y gestores eficientes se dispare en los pies por precariedad intelectual y paranoia. Son muchos los desterrados, pero lo de Ramiro Marra se suma a lo de Victoria Villarruel y Diana Mondino. Para un gobierno con tan escasa cantidad de figuras importantes, esto es demasiado.
Entre las tonterías que aparecieron en redes después del discurso en Davos, muchos seguidores de Javier Milei hablaban del “coraje” del presidente por decir lo que dijo en ese ámbito. Esas sobreactuaciones no asustan a nadie en esos círculos. Y en Argentina solo sirvieron para reunir a una oposición dispersa que está en declive.
Coraje sería meterse de lleno en la recuperación de la provincia de Buenos Aires, que está en manos de los delincuentes. Esas son las cosas que necesitan los argentinos, no gestos para la tribuna que no mejoran en nada la vida de la gente.
“El fanatismo es el gen maldito de la humanidad”, decía el escritor israelí Amos Oz, y esta frase siempre resuena en la Argentina.