Diálogos y prejuicios. ¿Cómo llegar a acuerdos?

Escuchar, pensar, sentir, hablar. Escuchar, sentir, pensar, callar. Esperar. Procesos de comunicación. Empatía, comprensión. Egocentrismo. Envidia, impotencia, temor, vergüenza, miedo, valor, sinceridad. Estados que se ponen en acción cuando estamos frente a las diversas situaciones cotidianas. El diálogo es una de las construcciones más ricas y más complejas. Implica haber desarrollado habilidades emocionales e intelectuales […]

Escuchar, pensar, sentir, hablar. Escuchar, sentir, pensar, callar. Esperar. Procesos de comunicación.

Empatía, comprensión. Egocentrismo. Envidia, impotencia, temor, vergüenza, miedo, valor, sinceridad. Estados que se ponen en acción cuando estamos frente a las diversas situaciones cotidianas.

El diálogo es una de las construcciones más ricas y más complejas. Implica haber desarrollado habilidades emocionales e intelectuales que nos conducen a llegar a consensos, acuerdos acordes a instancias que no está ni un lado ni del otro. Uno diferente.

La acción de hablar no implica comunicarse. Muchas veces se realiza sólo como una necesidad de descarga y no se está esperando la respuesta de otro si no está dentro de los parámetros que elegimos como válidos para continuar con nuestro diálogo interno. Si el posible intercomunicador no pronuncia lo que estamos esperando, pueden suceder varias instancias.

  • Que se continúe con el discurso sin importar la respuesta.
  • Que se produzca una discusión, sin posibilidad de comprender una postura diferente.
  • Que la discusión se convierta en agresión física y/o verbal.
  • Que no se soporte la divergencia y se suspenda la posible conversación
  • Que se niegue el encuentro para no escuchar otra postura.

 

El encuentro de un punto diferente de consenso que no es de uno ni del otro por obviedad es algo nuevo, no vivido.

Lo nuevo y salir de la situación de confort que implica quedarnos siempre en el lugar conocido, con experiencias y sensaciones ya registradas, movilizan. Se pueden tener sensaciones de inseguridad y la balanza empieza a desbalancearse.

 

Cuando se llega a un estado de maduración emocional se sabe que no es posible tener la razón en todo, que es muy rico cuando se descubre otra postura y mejor aun cuando ese nuevo punto de des confort es alcanzado, se puede tener la sensación que se prendió una nueva luz.

Ahora:

– ¿Hay formas de alcanzar ese estado?

-Si, por supuesto.

– ¿Cómo?

-1) Visualizar de qué estoy hablando. Ejemplo: Me enoja que mi vecino barre las hojas y las deja siempre de mi lado, no las recoge.

Si me quedo en mi diálogo interno probablemente dictamine que mi vecino es una mala persona que lo hace para sacarse el problema de encima. Mi dialogo interno se refuerza con mi pensamiento y lo transformé en creencia. Cada vez que paso por la casa de mi vecino lo puedo mirar mal y podría subir el descontento día a día hasta convertirse en un problema.

¿Qué se podría hacer ante esto?

Detectar mis sombras. Todos las tenemos. En este caso diría que son esos prejuicios (enjuiciar antes que corresponda) que nos hacen suponer toda esa línea de pensamientos hasta llegar a la conclusión: Mi vecino es mala persona.

Si se logra este paso, podemos ir al siguiente.

¿Cuáles podrían ser las opciones que no estoy viendo? Ejemplo: ¿las hojas las barre una persona que no es de la casa y tal vez no se responsabiliza? ¿No tiene pala? ¿El árbol está de mi lado?

Ejemplos simples que llevan a tomar otras opciones y el paso más difícil es comunicarse, porque hasta ahí fueron diálogos internos.

Para que exista un diálogo siempre tiene que ser un deseo de ambas partes, sino es imposible.

Si esta madurez existe podemos comenzando a consultar, habiendo primero despejado nuestros juicios al respecto que por supuesto serían trasladados a nuestra forma de hablar y nuestras expresiones.

Ejemplo: Hola Juan, ¿cómo está? ¿cómo anda? Y luego de este pequeño y amable dialogo podemos consultar. “Veo que se nos están juntando hojas en la vereda, las veo seguido sobre mi vereda, ¿puede ser?

La respuesta podrá darnos indicios si la otra parte quiere acordar o no. Si sabe que lo suyo es un error o una mirada diferente. Quizás podemos encontrarnos con algo como: Si, me resulta bien barrerlas, pero no puedo agacharme a juntarlas.

Podríamos juzgar y decir: me molesta que no me lo haya avisado, por qué no se lo junta otro y bla-bla. Sumaríamos más juicios que no nos harían bien. Pero sí podría ser una nueva construcción el trabajo en equipo y el punto nuevo. El vecino barre las hojas y yo las junto.

Escuchar y construir es la posibilidad de haber trabajado las sombras que esconde al ego.

 

Lic. Laura Collavini

Psicopedagoga.

Directora fundación Siendo.

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