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El 5 de febrero de 2025 es una fecha que quedará grabada en la memoria de la comunidad de Cipolletti y, más ampliamente, de la región de Río Negro. Después de 18 años de lucha incansable por parte de la familia Uriarte y de muchas otras organizaciones de derechos humanos, se conocerá finalmente el veredicto en el juicio por el crimen de Otoño Uriarte. Esta joven de 16 años, que desapareció el 23 de octubre de 2006, y cuyo cuerpo fue encontrado seis meses después en un canal de riego, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad y de la injusticia que muchas veces caracteriza a los casos de femicidio en Argentina.
Desde el hallazgo del cuerpo de Otoño, la familia y la sociedad han exigido respuestas claras y justicia. La investigación, sin embargo, estuvo marcada por demoras, obstáculos y denuncias de corrupción que afectaron el curso del proceso judicial. La causa se convirtió en uno de los casos más emblemáticos de la falta de eficiencia de la Justicia provincial, que a lo largo de los años fue criticada por su inacción y por las irregularidades en las que se sumió el expediente. Sin embargo, finalmente, en 2023, el juicio llegó a la sala de audiencias y comenzó a dirimirse el destino de los cuatro imputados.
El juicio, que comenzó a fines de 2023, entró en su fase de alegatos finales en diciembre de ese año. La fiscalía, representada por Teresa Giuffrida, presentó pruebas que sostienen que el crimen no fue un hecho aislado ni accidental, sino un crimen planificado y premeditado. Según su teoría, los acusados conocían los movimientos de Otoño y aprovecharon su vulnerabilidad para secuestrarla, abusar de ella y finalmente asesinarla. Durante el proceso, se mencionaron pruebas clave, como un trozo de nylon hallado cerca del cuerpo de la víctima, que contenía restos genéticos vinculados a uno de los imputados. Además, los testigos aseguraron haber escuchado confesiones directas de los acusados sobre su participación en el crimen.
Uno de los puntos más destacados en la argumentación de la fiscalía fue el papel crucial que jugó la bicicleta de Otoño, que fue dejada en la casa de una amiga la mañana del 23 de octubre, y que al caer la noche ya no estaba. La querella sostiene que el secuestro de Otoño se facilitó por el hecho de que la joven tuvo que caminar de regreso a su casa, lo que permitió a los imputados abordar a la víctima en ese momento. Testigos señalaron la presencia de un auto sospechoso con luces apagadas en la zona en ese momento, lo que refuerza la teoría de la fiscalía de un crimen premeditado. Aunque no se ha podido establecer con certeza si Otoño fue víctima de abuso sexual, las pruebas de restos genéticos hallados en la escena son elementos que continúan siendo discutidos durante el juicio.
La querella, representada por la abogada Gabriela Prokopiw, coincidió plenamente con la acusación de la fiscalía, remarcando la brutalidad del crimen y el hecho de que Otoño fue atacada por cuatro hombres adultos, que, según los testimonios, la agredieron físicamente. La abogada también destacó que, tras el crimen, el cuerpo de Otoño fue trasladado al menos en dos ocasiones, lo que indicaría que hubo un intento deliberado de ocultar las pruebas. Además, la querella subrayó que la joven luchó por su vida, ya que su cuerpo presentó signos de defensa, lo que refuerza la idea de que se trató de un crimen violento.
Los acusados, Germán Ángel Antilaf, Maximiliano Lagos, José Hiram Jafri y Néstor Ricardo Cau, se han mantenido firmes en su inocencia. Durante el juicio, sus defensores argumentaron que las pruebas presentadas por la fiscalía eran insuficientes y carecían de base sólida para sostener las acusaciones. Germán Antilaf, uno de los principales imputados, calificó las pruebas como «endebles» y denunció la falta de pruebas clave en su contra. Maximiliano Lagos, por su parte, sostuvo que las acusaciones en su contra habían cambiado durante el juicio, lo que dificultó su defensa. En cuanto a Néstor Cau, este rechazó la teoría de un plan premeditado y cuestionó la validez de las pruebas odorológicas, sugiriendo que podrían haber sido manipuladas. En su testimonio, también mencionó que participó en la búsqueda de Otoño, lo que contradice las pruebas en su contra.
Mientras tanto, la familia de Otoño ha seguido luchando, incluso cuando la causa parecía estar estancada. Roberto Uriarte, padre de la víctima, ha sido una figura central en esta lucha, y a lo largo de los años expresó el dolor y la frustración que ha sentido por la inacción de la justicia. Durante los alegatos finales del juicio, expresó con la voz quebrada: “Nos hicieron mucho daño”, denunciando las demoras en la investigación y la falta de voluntad para esclarecer el crimen. A pesar de las dificultades, la familia ha mantenido la esperanza de que finalmente se haga justicia.
El caso de Otoño Uriarte ha sido un símbolo de la lucha por la verdad y la justicia en los crímenes de femicidio en la región. Con la lectura del veredicto, que se realizará este miércoles 5 de febrero a las 13:30, se espera poner fin a casi dos décadas de lucha. Sin embargo, el veredicto es incierto, y las expectativas son altas. Si los acusados son hallados culpables, se abrirá una segunda fase para determinar las penas correspondientes, que podrían ser tan severas como prisión perpetua debido a la naturaleza de los delitos cometidos. En caso de ser absueltos, el caso continuaría siendo un símbolo de la impunidad que aún persiste en muchos crímenes de femicidio en Argentina.
Este juicio también ha dejado en evidencia las fallas del sistema judicial, la injusticia social y la falta de recursos para abordar adecuadamente los casos de violencia de género en la región. Para muchos, la resolución de este caso será un testimonio de la capacidad del sistema de justicia para reparar el daño y darle voz a las víctimas de crímenes de esta magnitud.
Finalmente, la comunidad de Cipolletti y Fernández Oro, donde Otoño vivió, ha estado acompañando este proceso judicial, manteniendo viva la memoria de la joven. Organizaciones sociales y grupos de derechos humanos han convocado a una movilización masiva para acompañar a la familia de Otoño en la lectura del veredicto. Es una muestra de que la lucha por justicia no termina con una sentencia, sino que continúa a lo largo del tiempo para asegurar que todos los responsables de crímenes como este sean condenados y rinden cuentas por sus actos.