Pedro Berdugo vive hace 30 años en Plottier. Se mudó de Mendoza y allí vivía cuando a sus 22 años estalló el conflicto en el Atlántico Sur. En 1978 se fue como voluntario a la Escuela de Mecánica de la Armada y para el 2 de abril de 1982 ya estaba destinado al ARA 25 de Mayo, portaaviones y buque insignia de la naval nacional. Tenía el cargo de Cabo Segundo.
«Siempre lo recuerdo», explica Pedro cuando le preguntan si es una memoria que quiere traer al presente. «Salimos el 28 de marzo a navegar sin sospechar a dónde íbamos. Estábamos por salir de vacaciones cuando nos mandaron urgente a hacer supuestas maniobras en el mar», recuerda el ex combatiente.
Recién en altamar y ya pasado el día del desembarco, mientras escuchaba a través de una pequeña radio a pilas una emisora perdida en el éter, se enteró que Argentina había recuperado el dominio sobre el archipiélago.
«Ningún superior nos dijo lo que estaba pasando. Estuvimos varios días navegando, circulando alrededor de las islas sin tocar tierra. Un par de veces nos replegamos a puerto a buscar víveres o a hacer reparaciones, pero nunca nos informaron formalmente por qué andábamos cerca de la costa», cuenta.
El portaaviones argentino fue comprado al gobierno a los Países Bajos en 1969 y para el ocho de agosto ya formaba parte de la marina albiceleste. El 23 de marzo de 1982 la Junta Militar ordenó que se organizara la flota para el conflicto. El buque fue designado como parte de la fuerza aeronaval que operó proveyendo cobertura aérea a las fuerzas de ocupación.
Sin embargo, a bordo de la nave se vivía un clima de tranquilidad. «No se si nos pusieron algo para calmarnos pero fue todo cotidiano una vez que nos enteramos» continúa el veterano y precisa que «fue una navegación normal. En ningún momento se informó del lugar a donde íbamos».
Pedro recuerda como fue el día del desembarco en las playas malvinenses mientras él estaba en altamar: «ese día había mucha niebla. Nos sabíamos destino, ni que estábamos haciendo, ni si habían otros cercanos. Tampoco dejaban salir afuera a mirar. Teníamos que estar escondidos y los rondines eran de una oscuridad tremenda. Todo era mar y la estela del barco».
Durante toda su participación hasta poco menos de dos semanas que terminara la guerra, hubo un silencio implícito donde los tripulantes tenían conocimiento del enfrentamiento pero no se comunicó oficialmente desde los poderes al mando. Además se sostenía el hermetismo respecto a los planes y el estado de situación.
La única advertencia de la situación de guerra, fue cuando por el avistaje de un avión llamaron a ocupar puestos a cubierta. Luego de eso, se le advirtió a la tripulación que no había más simulacros. «A algunos nos dieron equipamiento especial y teníamos que dormir con eso puesto por si nos llamaban a ocupar posiciones», detalla el entonces cabo segundo.
A través de la misma radio que se enteraron que eran la principal amenaza naval argentina para los ingleses, supieron que el dos de mayo el submarino británico HMS Conqueror hundió fuera de la zona de exclusión el crucero ARA General Belgrano.
«Fue muy triste enterarse. Ahí perdí a un gran amigo cabo segundo. Ahora está custodiando el crucero desde el mar», recuerda con nostalgia Pedro. Hace un silencio y retoma «Cicotti. Jorge Cicotti de Punta Alta. Cada vez que el estaba de guardia yo se la cubría para que el pudiera ir a ver a su familia».
Así como pudo saber por medios extraoficiales lo que pasó con el Belgrano, hubo hechos de los que recién tuvo conocimiento cuando los vericuetos de la guerra salieron a la luz del público. Por ejemplo, que el 14 de abril el submarino nuclear británico HMS Splendid tenía orden de buscar el Veinticinco de Mayo. Esta era una de las razones por las que el portaaviones regresaba a puerto en el continente.
El 23 de abril, el Splendid detectó al Veinticinco de Mayo cerca de Puerto Belgrano pero por estar fuera del teatro de operaciones, no podía atacarlo. Aunque el capitán del submarino británico solicitó al alto mando permitir el ataque, el gobierno británico le respondió negativamente.
«A mi me tocó cubrir guardias el comando donde están las helices, bien abajo. Pensándolo bien ahora, ese es lugar a donde van los primeros torpedos cuando hay un ataque», reflexiona Pedro.
En los primeros días de junio en 1982, Pedro Berdugo regresó de licencia a su pueblito de Mendoza. El 14 de ese mes, Argentina firmó la rendición. Junto a todo un pueblo, se enteró de la derrota. «Son temas de los militares. Malvinas fue para quedarse en el poder», concluye Pedro. Las acciones de la junta presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri fueron solo el ocaso de una enorme cantidad de calamidades en lo económico, político y social antecedida desde 1976.
Luego de la gesta, el gobierno de facto intentó tapar su fracaso militar ocultando a los conscriptos que volvían de las islas. Este proceso, llamado por algunos «desmalvinización» duró incluso hasta bien entrada la democracia. Con respecto a esto, Pedro es optimista: «Esto está saliendo cada vez más a la luz. Poder hablar en medios es malvinizar y nos llena el alma poder explicárselo a los más jóvenes». El ex combatiente cuenta que están yendo a las escuelas (en breve tienen un viaje al norte neuquino) y que siente el respeto cuando escuchan hablar de la historia.
«Una historia que hay que seguir contando».