Hay un hecho que en Neuquén ya es crónico: no cuidar nuestros monumentos y lugares públicos. Tal es el ejemplo de ese espacio en el que recordamos a quienes cayeron en una batalla como la de 1982. Una guerra que nunca tuvo que darse, pero que, sin embargo, ocurrió y que muchos de nuestros congéneres quedaron allí y muchos volvieron gracias a Dios. Y siguen. Bajo la bandera de que las Malvinas son argentinas.
Hace muchos años, Horacio Quiroga, siendo intendente, dijo en el Parque Central, al lado del Museo de Bellas Artes, «vamos a hacer un cenotafio, vamos a recordar a todas y cada una de las víctimas de lo que fue el horror de la guerra, no de quienes cayeron en combate, de quienes heroicamente dieron su vida por la bandera argentina».
Y es lamentablemente crónico que en Neuquén a ese lugar lo tengan de punto, sobre todo los jóvenes, chicos que no conocen de historia, que no saben que esos paños, hechos de un vidrio especial, cuestan un montón de plata, pero aún más valen los nombres de las personas allí grabados.
Los graffitis que se ven en el cenotafio son una muestra de que no se respeta ese lugar. Y ver las imágenes es un dolor en el alma, una puñalada.
Cada 2 de abril, día en el que se conmemora a los veteranos, este espacio se utiliza para los actos y debe estar en condiciones. Pero ya está roto. Gana la desidia, el no conocimiento, el no cuidado.
Hace un tiempo, un grupo de veteranos propuso que cada fuerza que participó del conflicto armado tuviera una guardia en el cenotafio para evitar roturas. Pero esa idea quedó en la nada.
Cabe recordar el momento en el que se tuvo que modificar el monumento al General San Martín para evitar que lo sigan vandalizando. ¿Será esa la solución para el cenotafio o habrá que sacarlo?