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«Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat»: mató a tres mujeres para no devolverles el dinero prestado

María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como «Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat» fue una de las asesinas más frías y calculadoras de la Argentina, tras matar a dos amigas y una prima segunda, luego de pedirles plata prestada con la promesa de multiplicar sus inversiones y no devolvérsela. Nacida el 20 […]

María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como «Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat» fue una de las asesinas más frías y calculadoras de la Argentina, tras matar a dos amigas y una prima segunda, luego de pedirles plata prestada con la promesa de multiplicar sus inversiones y no devolvérsela.

Nacida el 20 de mayo de 1930, fue condenada a prisión perpetua, pero al ser beneficiada por la ley del dos por uno apenas estuvo 16 años en prisión durante dos etapas.

«Yiya» se casó en 1953 con el abogado Antonio Murano (murió en 1985, pero nada vinculado a un crimen perpetrado por su pareja), al tiempo que tenía un hermano que era militar del Ejército que
llegó a ser general, situación que muchos estiman que la llevó a ella a no usar nunca el apellido de soltera.

Esta mujer se jactaba de mantener de manera muy seguida relaciones extramatrimoniales y se le conocieron varios amantes: según dijo varias veces, se llegó a acostar con más de 250 hombres.

Martín Murano, hijo de la múltiple homicida, contó en declaraciones a la Agencia Noticias Argentinas que su madre mostró mucha «frialdad» al cometer los crímenes y aseguró que los hechos en los tres homicidios «son más increíbles que una ficción».

Las promesas de ganancias económicas y los asesinatos

Esta mujer empezó a tentar a amigas y a familiares con promesas de jugosos interesas.

Carmen Zulema «Mema» del Giorgio de Venturini, su prima segunda, le entregó a «Yiya» un monto de dinero no muy grande para invertirlo y así poder obtener dividendos importantes de los intereses.

A «Mema» le fue bien, por lo que decidió hacer otra inversión, pero el resultado no iba a ser el esperado.

Al mismo tiempo, la vecina de la prima segunda de Murano, Nilda Adelina Gamba, hizo lo mismo y una amiga de esta, Lelia Elida «Chicha» Formisano de Ayala, también le entregó su dinero a la múltiple homicida, ya que se sientieron seducidas por las promesas de plata que podían ganar.

Mientras tanto, «Yiya» aumentaba desmedidamente su amistad hacia estas y las visitaba con mayor frecuencia.

El sábado 10 de febrero de 1979 Gamba comenzó a sentir dolores agudos en el estómago y náuseas. 

El médico que la atendió le diagnosticó intoxicación y ella recordó haber tomado el té con «Yiya Murano» esa misma tarde.

La asesina se ofreció a cuidarla, pero a la noche su cuadro empeoró, entró en estado de coma y falleció el domingo a la madrugada.

«Yiya» llamó al doctor Denner, el primero que la atendió, con el fin de que firmara el certificado de defunción.

El médico se negó alegando que él no había sido el último en atenderla, pero ella se dirigió al médico de la cochería y este aceptó hacerlo a cambio de una propina. 

La causa de muerte según el certificado fue paro cardíaco no traumático, fórmula que evitaba la autopsia.

Un mes y medio antes, durante tres días no se supo nada de Gamba, por lo que sus familiares radicaron la denuncia.

La Policía llegó a su casa y cuando forzaron la puerta encontraron a Nilda tirada en el piso, víctima de un coma diabético.

Justamente, la última que la había visto antes de descomponerse fue Murano, por lo que hay dos opciones en cuanto al hecho: fue un intento de envenenamiento que no resultó o lo del coma diabético fue verdad.

Días después, «Yiya» tenía que devolverle el dinero a «Chicha» Formisano y fue a su casa a tomar el té y a tranquilizarla. 

Según ella, quedaron en verse esa misma noche para ir al teatro, pero cuando la homicida y otras personas fueron a buscarla, nadie contestaba.

El 22 de febrero del mismo año, los vecinos del edificio denunciaron a la Policía que del departamento donde vivía «Chicha»  salía un fuerte olor y nadie contestaba el timbre.

Al forzar la puerta encontraron el cadáver sentado frente a la televisión, a su lado restos de pescado, masas finas y una taza con un poco de té. 

En este caso, también el médico de la funeraria extendió el certificado de muerte por un infarto de miocardio no traumático.

El 24 de marzo, «Mema» del Giorgio Venturini, la prima segunda de la «envenenadora» sintió náuseas y un profundo malestar.

La mujer se arrastró hacia el pasillo del edificio, perdió el equilibrio y cayó haciendo un gran ruido que escucharon los vecinos y acudieron a socorrerla.

Justo en ese momento llegaba «Yiya», quien preguntó a esas personas si «Mema» había dicho algo antes de perder el conocimiento.

La víctima falleció cuando era trasladada en ambulancia hacia el hospital y ahí fue cuando Murano le preguntó al médico si iba a ser necesario realizarle una autopsia.

Entre muerte y muerte, Martín tenía entre 12 y 13 años y en muchas ocasiones llevaba a sus compañeros de colegio y amigos a tomar la leche con masitas a su casa, pero su madre nunca tuvo un comportamiento raro con los pequeños y todo transcurrió normal.

«En ese momento no me daba cuenta de nada, pero de grande lo pensé y ahí me dí cuenta que el tema de matarlas era con aquellas personas a las que les había pedido el dinero para invertir. No con mis amigos», relató Martín Murano.

El descubrimiento de los crímenes y la condena

Diana María Venturini, hija de «Mema», fue al departamento de su madre para poner en orden las pertenencias de la fallecida y en ese momento descubrió que faltaban unos pagarés que habían sido extendidos como garantía de los depósitos de «Yiya».

Venturini fue a preguntarle al portero del edificio y este  recordó haberle dado las llaves del departamento a Murano, minutos después de ocurrido el incidente, con el propósito de hacer unas llamadas a los familiares, algo que la asesina nunca concretó.

La hija de la última víctima empezó a hacer conjeturas en su casa, ya que no sólo había muerto su madre, sino también otras dos mujeres a las que «la envenenadora» les debía plata y en 
circunstancias similares.

Venturini fue a hablar del caso con la Policía y a partir de ese hecho, el juez ordenó la exhumación de los cadáveres para realizarles las autopsias correspondientes.

En los casos de Gamba y «Chicha, inhumadas en tierra, la investigación no arrojó resultados importantes porque en el proceso de descomposición de los cuerpos una de las sustancias que se forman es el clorhidrato de cianuro.

Por lo tanto, no se puede saber si la sustancia esta allí por causas naturales o por haber sido ingerida en vida.

Sin embargo, el cadáver de «Mema» pudo determinarse con exactitud que en sus vísceras había restos de cianuro alcalino y así se consideró que se trataba de muerte por envenenamiento.

El 27 de abril de 1979 la Policía detuvo a «Yiya Murano» en su vivienda de la calle México, mientras que en 1980 la hallaron desmayada en el penal de Ezeiza, donde estaba presa. A la asesina le extirparon un tumor de la cabeza, a raíz de ese desmayo que tuvo.

En junio de 1982, el juez de sentencia Ángel Mercado la absolvió de todos los cargos y la dejó en libertad.

A mediados de 1985, cuando transcurría el juicio a la Junta Militar, tras la Dictadura Cívico-Militar que hubo en la Argentina, «Yiya» había sido casi olvidada.

Sin embargo, la Sala Tercera de la Cámara del Crimen la condenó el 28 de junio de ese año a prisión perpetua por «triple homicidio», más allá que ella insistía en que era inocente: «Nunca invité a nadie a comer», dijo.

Murano se benefició por una reducción de la condena y por la denominada ley dos por uno que permitía contar dobles los días previos a la sentencia que excediesen de dos años.

Fue así que salió de prisión después de sólo 16 años y se supo tiempo después que a los jueces que intervinieron en su puesta en libertad les había enviado, como señal de agradecimiento, una caja de bombones. Se desconoce si los magistrados finalmente los comieron.​

Durante los últimos años de su vida vivió en una residencia geriátrica del barrio porteño de La Boca y a veces daba entrevistas para la televisión cuando se hacían especiales recordando su caso.

De hecho, en 1998 estuvo invitada al programa de Mirtha Legrand y como gentileza llevó masitas, pero la actriz y conductora, conociendo su modus operandi desistió del ofrecimiento.

«Yiya Murano» falleció el 23 de junio de 2014 en un geriátrico del barrio porteño de Belgrano y fue sepultada con una versión acortada de su nombre en el cementerio de la Chacarita.

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